En Samurai, éramos 2 grupos de competencia, los formados y los en formación, se entiende? La elite de competencia entrenábamos duro temprano por las mañanas y por las noches, en horario especial, todos los días, y además nos juntábamos con los practicantes de horas normales y allí colaborábamos con la tarea de Sensei de formar a los jóvenes.
En aquella época practicaban 2 hermanos descendientes de Bolivianos, el mayor tenia un buen kumite y era dueño de un veloz kizami suki. Con espíritu aguerrido, de vez en cuando, luego de la práctica me quedaba con El para depurar técnicas o practicar kumite libre. Tibiamente su hermano menor y el menor de la familia, comienza a mostrar una gran capacidad técnica. Sensei advierte sus movimientos y lo prueba en las prácticas con el grupo de elite.
Gerardo y José Fonseca sus nombres.
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Entra en la escena del dojo un muchacho Japonés kendoka, que viniera a conocer y a trabajar en Argentina, en ese su primer año en el país rinde solo una vez y obtiene el 6to Kiu, su velocidad de Oi Zuki impresionaba, tal vez por la practica del Oi Men de kendo, además supo ganarse la amistad de nuestro grupo muy rápidamente, difícil tarea. Excelente amigo, recuerdo que en el Mundial de Japón de 1992, el ya estaba radicado de vuelta en su país y nos visita de improviso en nuestro hostel, con
Mitsuru Tagawa su nombre.
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Aparece en el Dojo un cinturón Verde joven, aproximadamente de 18 años, y no recuerdo cuándo habría tomado exámen, creo que era alumno del Instructor Alberto Nastri, alto, de extremidades fuertes y además ágil para su contextura física. En una práctica de kumite conmigo, yo lo apabullaba con técnicas aprovechando mi graduación y experiencia, mientras el trataba de conectarme técnicas varias. Entre técnica y técnica yo le hacia padecer mi Go No Sen, acertándole mis golpes en distintos puntos del cuerpo. Sensei detiene la contienda apareciendo detrás de mi: “Oss¡¡” dijimos ambos, y le da la siguiente instrucción: “¡deja de hacer esas cosas¡¡, solo hacé Giaku suki, apuntale y cada vez que se mueva hacé giaku zuki a fondo, cada vez que se mueva, y elige cuándo es amague o verdadero¡¡”.- “Oss¡¡” como respuesta; Ok pensé, ahora me dirá algo a mi, esperé mi instrucción, ¿¡¡? silencio, nada, ¿y yo? me pregunté, silencio, y reanudó la contienda: “Hajimé¡¡”. Sintiéndome defraudado por no recibir comentarios, el kumite cambió, sus brazos largos me empezaron a dar dificultades, cada incursión en su maai me encontraba con su técnica y mi Go No Sen dejó de funcionar, y en un error mío llegó su wazari, y mi orgullo destruido por un cinturón verde.
Juan Majorel su nombre.
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Es el hermano menor de un amigo y sempai entrañable, casi junto a mi seríamos los únicos en actividad dentro del Karate de aquel equipo de elite que comenté al principio de esta narración, que practicábamos de mañana y de tarde todos los días en Samurai.
Este, su hermano menor, era muy rápido con la técnica combinada de kizami y giaku suki, y además entrenaba con dos compañeros muy fuerte y fieles al dogma del Karate. Andrés y Mariano, y fueron ellos los que integraron a Juan. Ahora que recuerdo al ambiente de Samurai, era explosivo en acortar la distancia y muy educado en la rigidez del Karate, eso fue el lazo que nos unió, hoy alumno directo en mi Dojo.
Fernando Gilbert su nombre.
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Me es difícil hablar de esta persona ya que hoy no esta con nosotros, era un practicante infaltable, respetuoso de las normas del karate dentro y fuera del Dojo, pero para ser objetivo, en el kumite daba temor, su falta de control por su vehemencia espiritual, y no por mala intención. Una vez fuimos a un casamiento Junto Sensei, y recuerdo que el y yo viajábamos en el asiento trasero en el auto del maestro, y molestándolo continuamente durante el viaje por su pañuelo del bolsillo que no hacia juego con su corbata, y por sus anteojos hasta que no aguantó mas, y me dijo: “Bueno no inche más¡¡¡ Kohai impertinente¡¡”, jajá, hoy guardo un certificado de su curso de lesiones óseas que nos dictara en Samurai, ya siendo kinesiólogo, esta memoria por su valiente lucha por la vida, y mi orgullo de haber vivido momentos junto a esta formidable persona, mi recuerdo en esta narración.
Emilio Vittori su nombre.
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La reseña de estas personas se debe a que se realizaba el primer campeonato nacional de Kiu en Casilda, Pcia. de Santa Fe.
Sensei me nombra capitán del equipo representante de Samurai con los arriba mencionados.
En ese momento le dije: “¡yo Sensei?”, asustado y sorprendido. “Si¡¡” contestó El ... un “no¡¡” bajito y temeroso salió como resorte de mis labios en respuesta.
“¡¡¡QUÉ !!?? bramó. “¡¡OSS!” respondí y asumí la responsabilidad de sostener la imbatibilidad del Dojo Samurai.
De inmediato convoqué a las personas arriba mencionadas, y convenimos en no faltar a las prácticas del equipo bajo ninguna excusa, de esta manera practicábamos en hora convencional y nos quedábamos una hora mas, Sensei dirigía los Kumites y yo aprendía de sus indicaciones, ver lo mejor y lo peor de ellos.
Tratábamos siempre de no dar un paso atrás, y asegurar el maai.
En la última práctica nos reunimos y les di las últimas directivas inventando un código de señales para no hablar durante las peleas, ellos debían mirarme después de cada iame o en lo posible durante la contienda, por arriba del hombro de su adversario si la posición visual era favorable hacia mi, si yo le mostraba el pulgar arriba quería decir que debía resolverlo con la velocidad de una solo técnica y a fondo, si le mostraba 2 dedos en V, que debía combinar con velocidad dos técnicas, ejemplo, barrido y técnica o gueri waza y waza te, estas señas se confundía para los neófitos como que yo daba ánimo para arriba o la “V” se interpretaría como “Victoria¡¡”, además agregué que cuando gritara “¡taca taca¡” significaba la combinación seguida del Kizami Giakusuki, pero la recomendación más importante fue que debían estar bien sentado en la línea del shogai, y solo yo sería la persona que podía estar de pie y dar las indicaciones, no discutir fallos, y solo pensar en la estrategia de lucha que debían sostener cada uno, que esa imagen de nuestro comportamiento nos diferenciaría del resto de los equipos con el prestigio debido.
Fue así que partimos hacia el Torneo y nos dispusimos para el Viaje. A Fernando y a Mi por ser los mayores decidimos el viaje junto a la familia Cantalupi muy querida por mi, con la curiosidad de que toda la familia practicaba Karate por ese entonces, y además por la ventaja que nos daba los horarios por razones de trabajo, así partimos un viernes por la tarde luego de terminado el horario laboral.
Continuará…