Así fue
que en ese impas solo entrenábamos las técnicas hasta allí transmitidas por
Pedro. Que también tuvo lo suyo, en ese paréntesis de karate, Sanabria y Ruiz Díaz
me introducen en el atletismo, para obtener resistencia y musculatura, El ya lo
practicaba, y su apodo era Musculito ¡jajá!, era motivo que lo ponía furioso
cuando algunos conocidos le gritaban por la calle, como cargada hasta el punto
de agarrarse a las trompadas, puesto que por aquellas épocas pocos practicaban
el Fisicoculturismo y cuando el se daba cuenta que se lo decían en forma de
sorna, montaba en cólera y sus sobradores de turno la pasaban muy mal.
Fue así
que un día de noche me pasan a buscar a correr, ¡¡CORRER¡¡, correr a quien? pregunté.
¡a correr¡, me responde, para entrenar resistencia, me dice, la verdad esa iba
a ser la primera vez que correría por correr, el famoso “footing”, pregunté “¿a
dónde vamos?, por aquí nomás?” ¡A San Carlos¡, responde, ¿escuché bien? me
pregunté, ¿A dónde? volví a cuestionar, “¿donde está el castillo?” dije con
cara de ni en pedo y en retranca; Sanabria larga una carcajada, ¡¡Sí, hasta allá¡¡
afirma, yo solo iba allí en el Torino de mis tíos, con Raúl mi Primo, para
practicar el dominio del derrape en las curvas en el circuito de ripio de
aproximadamente 6 kilómetros ,
demás está decir que para la mentalidad de la gente eso era un lugar lejos, imagínense
que se iba al almacén o a la panadería en auto, viejas costumbres de ciudad chica.
Y allí fui,
ya estaba exhausto de solo pensar, los tres corriendo a la par, pensé que
llegábamos a la puerta del Parque Rivadavia y volvíamos, así que empecé a
aminorar la marcha, pero no fue así, ellos se introdujeron dentro del circuito
y los perdí¡¡¡ obvio ellos estaban entrenados, y yo? verdadera piltrafa humana andante,
casi bailoteando en zigzag, queriendo
agua para beber, los seguí ya sin verlos y los coches de frente
encandilándome, ya era noche, las 21hs más
o menos, y recordé que San Carlos a esa hora además se tornaba en “Villa Cariño”
, las pareja allí trataban de concretar sus apetitos sexuales. Jajá, por
aquella razón ponían la luz alta para que no pudiese distinguir quienes eran sus
ocupantes para después chusmear en el café de moda del pueblo.
Por
primera vez recorrí a pie el circuito de aquel parque encantado, miré el cielo
estrellado, ya no me importó estar solo, me concentré en rearmar mi decaído espíritu
y seguir, de hecho cada tanto caminaba para tomar aliento y retomar luego mi
trote, en un momento sin pensarlo aparece ante mi el famoso “Hostal del Río”,
la confitería bailable más famosa de la región, por su vista a Salto Chico, sus
enormes ventanales como cuadros, el
hogar en el centro de la pista de baile, su techo de paja y chimenea
humeante, no me podía imaginar bailando allí
con alguna chica aún, pero mis hormonas estaban dispuestas llegado el caso, faltaría
un par de años más para vivirlo intensamente.
Pasando el
Hostal la bajada estaba ante mi, y dejé
mi cuerpo en libertad para aprovechar aquella depresión y no esforzar mi
cansado trote, de pronto la oscuridad me invadió, y no se por qué pensé en la “oscuridad
misma”, me vinieron imágenes de películas de terror, espíritus malignos y otras
yerbas, pronto, pensé en Barnabas Collins, el Drácula de la época, Pensilvania y
toda esa mierda, al ver el tenebroso Castillo a mi izquierda en lo alto y en la
oscuridad, reflejada por la luz de la luna a mi derecha desde el río, mis
piernas reaccionaron no me pregunten por qué, pero la fuerza e impulso para
llegar a la salida fue sobrehumana, tan sobrehumana como los monstruos que
atormentaron mi cabeza en aquel momento, empecé a putearlos a los dos por
haberme llevado hasta allí, me juré no volver a correr más por las noches en
“San Carlos”, la luna reflejaba su luz a mi derecha y el corazón sonaba más que
el bombo del Tula. Entro a un arenal y se me llenan las zapatillas y la P..M y
Sanabria y Vito Q…T… Parió…y seguí corriendo sin importarme nada, traté
de dejar la mente en blanco, mejor, pensar en lo cansado que estaba, era más
benigno que ¡¡¡toda la mierda de zombis en mi cabeza¡¡¡. En ese momento, miré
sobre mi hombre y la silueta del terrorífico castillo en la loma ya se perdía
en la lejanía en mi repentina y vertiginosa carrera… por suerte, pero no se por
qué seguía sintiendo las ánimas detrás mío, hasta que se disiparon al llegar a
la entrada del parque y encontrar a los dos esperándome sentados en un muro.
¿Y, qué te
pasó? Dice Tito. ¡Nada!, respondí, ¿Por
qué tardaste tanto? (con su sonrisita socarrona), le respondo con la misma
pregunta. ¿Por qué tardaste tanto?, poniendo tono bobalicón, mientras oía sus
risitas y me sacaba la arena de las zapatillas. ¿Y, estás bien? (ahora tono de
preocupación). ¡Si¡, les respondo, ¿por qué no se van a la mierda?, y al rato
ellos retoman el trote nuevamente descansado y hacia la ciudad por la carretera,
les grito “¡Noooo¡ paren!”, pero ellos
se alejaban, no me escuchan, pero Dios debía estar de mi parte me dije, al ver pasar
el 2 (colectivo). Y le hago seña
para que pare y este para en mi suerte, meto la mano en el bolsillo mientras
llego a la parada, tenía plata, más suerte dije, era para la coca cola, me subo
y me siento con todo el placer del alma, y los veo a Tito y Vito corriendo al
costado de la carretera, saco mi cabeza por la ventana y les grito ¡Chau, nos
vemos!, y ya no escucho las barbaridades que me gritan, jajá, solo distingo sus
ojos encendidos de furia, jajajá, me seguía riendo solo, pensando en lo que me
dirían el día que nos volviéramos a encontrar en la práctica, jajá, mi
imaginación era prolífica, jajá, una noche muy especial para comenzar mi
entrenamiento de Karateka…
La
alentadora noticia parecía llegar, al parecer el segundo instructor de Samurai,
del Dojo de Sensei Itaya, se estaba haciendo cargo paulatinamente de las
clases, así fue lo manifestado por Pedro al volver de otro de sus viajes, y retoma
los contactos con Buenos Aires y la transmisión
parecía afirmarse y continuar, … gran suerte para nosotros.
Nuestro
grupo comienza a tener un crecimiento sostenido, y con buen atino Tito acuerda con Pedro para
organizar un grupo de colaboración donde todos pagarían como una cuota para
poder solventar los viajes de Humeres a Buenos Aires, y además propone la
posibilidad de generar un fondo para el futuro alquiler de un local como
espacio para tener un dojo propio. Es aquí donde cabe mi agradecimiento
infinito a ellos más que nada porque en mi calidad de estudiante solo dejaba
dinero cuando podía y la verdad poco podía, casi nunca, mis estudios se
llevaban todo lo que me mandaban mis padres.
En el
transcurso de esta idea, Pedro Humeres da examen y le otorgan la graduación de
7mo Kiu, de allí en más ya teníamos el primer
graduado en el grupo, y sentimos por primera vez ciertos celos de
competencia, pero con gran madurez Horacio Sanabria nos convoca y con sabiduría
nos indica que Pedro Humeres de aquí en más será nuestro instructor, y debemos
respetarlo como tal, nos explica que siendo el la persona que se sacrifica en
las prácticas que nosotros desconocíamos en Buenos Aires, era el indicado, además
de ser el único con la experiencia de haber dado un examen oficial de una
verdadera escuela de Karate Do en Concordia, debería ser nuestro instructor, de
allí en más la lucha solo se concentraba en obtener un lugar de práctica, pero
nunca hallábamos el adecuado, nada tenia la soledad y el respeto de ambiente
que requería un Dojo, pero a decir verdad en nuestras cabezas por aquellas épocas
tampoco teníamos idea de cómo se conformaba el mismo, y para peor tampoco el
conocimiento del respeto entre Sensei, Sempai,
Kohai, ni hablar del Dojo Kun y menos decirle a Pedro “Maestro” después
de ser compañeros y amigos en una sociedad que no conocía nada de la cultura
oriental.
Imagínense
la siguiente situación: Humeres después de estar bajo el rigor en el Instituto
Samurai, se para ante nosotros y obviamente no sabe como expresar para que
tomemos a bien las costumbres entre los practicantes dentro de un dojo, como
debíamos comportarnos, eran costumbres que hoy, pienso, no se animaba, porque no
sabía como íbamos a reaccionar, su prudencia fue magnifica, y rápidamente me di
cuenta que Sanabria era su voz en nuestras charlas fuera de las prácticas,
donde conversábamos en reuniones y asados sobre todas las costumbres, y
preguntarnos el significado de la palabra “OSS¡¡”
Mis 14
años eran poca cosa para revertir cultura a personas mayores que Yo, es más, me
empeñaba en no ser oriental sino uno más de ellos, y entendí mi equivocación, gracias a vivir esta historia junto a ellos.
Sanabria y
Humeres consiguen obtener un permiso para poder utilizar el espacio de una
vieja usina abandonada, de la vieja compañía de electricidad de la Ciudad de Concordia (hoy el
Gimnasio Municipal), y allí fuimos a parar, practicábamos sobre el contrapiso,
en invierno, no teníamos puerta, a veces teníamos que mojar el piso para que no
se levantara el polvillo del mismo, y las palomas nuestras únicas compañeras,
desde las cabreadas de metal, en momentos de mejor concentración se hacían
notar de diferentes formas, que Ustedes se imaginarán, de allí en más,
empezamos a practicar con el calzado llamado alpargatas.
¿Tener
karategui? era otra odisea, las costureras de la zona nunca entendían lo que queríamos,
y para peor cuando aparecíamos con diferentes tipos de lonas nos echaban de sus
casas, jajá, como verán, nadie podrá negar que en los tiempos de hoy todo es
mucho mas fácil, tal vez motiva que cuente estas historias, para que los
jóvenes de hoy valoren porque tienen la posibilidad de practicar un Karate con
solo elegir un gimnasio e ir a una casa deportiva y comprarse un karategui…